OMS alerta sobre súper mosquito invasor que propaga malaria
La OMS alerta del riesgo de expansión de ‘Anopheles stephensi’, que ya está en cinco países de África. Resiste a la sequedad e insecticidas, y tiende a proliferar en barrios de chabolas
Según informa El País, un mosquito asiático capaz de sobrevivir en ambientes urbanos amenaza con minar los progresos contra la malaria en África. En su informe anual sobre la enfermedad, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado de que la llegada de ‘Anopheles stephensi’ a por lo menos cinco países africanos es un “riesgo real” para el control y la eliminación de la dolencia en el continente, que acumula el 96% de las más de 600.000 muertes por paludismo a nivel global.
Este mosquito originario de la Península Arábiga y el sur de Asia entró por Yibuti, en el este del África, y ya se ha detectado en Etiopía, Somalia, Sudán e incluso en Nigeria, en el oeste del continente. “Su expansión por el Cuerno de África, combinada con la urbanización rápida y mal planificada, puede aumentar el riesgo de transmisión en las ciudades africanas”, explica el documento de la OMS.
La organización desgrana los motivos de su preocupación: el vector resiste a varios de los insecticidas más usados y sobrevive a temperaturas extremadamente altas durante la estación seca, que suele ser cuando menos casos de malaria hay. Además, puede picar tanto en lugares cerrados como al aire libre, y transmitir diversas variantes de Plasmodium, el parásito causante de dolencia.
Y, a diferencia de otras especies de mosquito, el stephensi se adapta muy bien a las ciudades y es capaz de criar en cualquier rincón con agua estanca, incluso en pozos profundos. Según la OMS, la entrada de este vector a África subsahariana es especialmente preocupante porque el 40% de la población vive en ciudades y se prevé que, para finales de siglo, la región tenga 13 de las 20 mayores ciudades del mundo, frente a las dos actuales.
A más desigualdad, más riesgo
El problema no es tanto la urbanización, sino el crecimiento de asentamientos informales sin buenos sistemas de alcantarillado, higiene y saneamiento. Tal y como ha ocurrido con enfermedades como el Zika, la malaria causada por stephensi amenaza a las personas que viven en barrios de chabolas, entre baches encharcados, vertederos improvisados y neumáticos abandonados.
“Anopheles stephensi ha pasado de ser una amenaza en potencia a un peligro muy real y que está expandiendo”, ha declarado a EL PAÍS Regina Rabinovich, directora de la Iniciativa para la Eliminación de la Malaria de ISGlobal (Barcelona). “El reto ahora es mapear dónde está y abordar los riesgos que representa, tanto a través de la ciencia como de los sistemas de salud pública”.
La OMS lanzó este año una iniciativa global para frenar el avance del súper mosquito, y se mantiene firme su objetivo de reducir los casos de malaria en un 90 por ciento para 2030 con relación a los niveles de 2015.
Las claves del informe anual sobre la malaria
La malaria sigue siendo una de las enfermedades infecciosas más mortíferas del mundo. Según el informe de la OMS, mató a 619.000 personas en 2021, algo menos que en el año anterior, pero por encima de los niveles previos a la Covid-19 (568.000). Lo que sí aumentó fueron el número de casos, que alcanzaron los 247 millones en 2021, frente a los 245 en el año anterior y los 132 millones antes de la pandemia.
“Aunque duramente golpeados [por los efectos de la Covid-19], la mayoría de los países aguantaron el tipo y fueron capaces de mantener los servicios para prevenir, detectar y tratar la malaria, toda una proeza”, ha afirmado el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Aparte de la expansión del súper mosquito asiático, otros retos que enfrentan los países son la evolución de estos insectos, que siguen desarrollando resistencia a los insecticidas convencionales, y del parásito, que está cambiando para pasar desapercibido en las pruebas diagnósticas y plantarles cara a los medicamentos.
Luego están la combinación del cambio climático y los viajes de larga distancia, que podrían llevar los mosquitos transmisores de la malaria a nuevas latitudes; lugares que no están preparados para prevenir, detectar y tratar la enfermedad. Y también pesan los efectos de diversas crisis humanitarias en zonas como el Sahel, Etiopía y la República Democrática del Congo, así como el tambaleo de la economía mundial atizado por el conflicto entre Rusia y Ucrania.
En 2021, la inversión global en malaria alcanzó los 3.300 millones de euros, pero sigue muy por debajo de los 6.900 que se considera que hacen falta para lograr los objetivos de control y eliminación de la enfermedad.
Motivos para el optimismo
La ciencia está avanzando para mantenerse un paso por delante de los mosquitos y los parásitos que están detrás de la malaria. A finales de 2023, millones de niños en zonas de alto riesgo recibirán la primera vacuna de la historia contra la malaria, conocida como RTS,S, y hay un par más en desarrollo.
Asimismo, se están probando mosquiteras impregnadas de diversos insecticidas de larga duración, se está explorando la posibilidad de manipular genéticamente a los mosquitos vectores para que dejen de transmitir el parásito y se está trabajando en nuevos medicamentos y pruebas para sortear la resistencia.
Desde el año 2000, más de 20 países han logrado eliminar los casos de malaria. En 2021, China y El Salvador fueron declaradas libres de paludismo y otros países están cerca de emular este hito. Para lograrlo, según la OMS y los expertos, harán falta sistemas de salud primaria más fuertes y mayores inversiones en ciencia y productos contra la malaria urbana, así como para la resistencia a medicamentos.
Fuente y Redacción: HOY